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Preludio de sueños

Conducción: Jorge Rajal


Después de 53 años perdida en el espacio una nave rusa caerá sobre la Tierra

La nave espacial Kosmos 482 se lanzó el 31 de marzo de 1972 con destino a Venus.

Mundo

09 / 05 / 2025

 

 

La historia de Kosmos 482 es la de una promesa truncada, un artefacto soviético lanzado en 1972 con destino a Venus y condenado desde entonces a vagar en la periferia de la Tierra como una reliquia orbital. 

Ahora, tras más de cincuenta años atrapada en una órbita menguante, esta robusta nave espacial se precipitará de regreso a casa —aunque “casa” sea una palabra generosa para una criatura exiliada del sueño interplanetario. 

Según predicciones de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos y el experto en satélites Marco Langbroek de la Universidad Técnica de Delft, la reentrada se produciría entre la noche del 9 y la madrugada del 10 de mayo, aunque con un margen de error de hasta 20 horas.

 

Más que chatarra espacial

Kosmos 482 no es un trozo cualquiera de chatarra espacial: se trata de una cápsula de descenso construida para sobrevivir a las brutales condiciones de Venus. Lo más probable, señalan los astrónomos, es que atraviese la atmósfera terrestre sin desintegrarse, alcanzando la superficie con la violencia de un automóvil cayendo del cielo. Su masa de casi 500 kilos y su forma compacta, similar a la de su gemela exitosa Venera 8, la convierten en una de las piezas más peligrosas de escombros espaciales que hayan retornado a la Tierra.

Aunque el riesgo para la población es bajo —alrededor de una entre varios miles, según Jonathan McDowell del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica—, el suceso no deja de generar inquietud. 

La cápsula podría impactar en cualquier punto comprendido entre los 52 grados de latitud norte y sur, un enorme cinturón que abarca ciudades, selvas, océanos y desiertos. La mayoría del planeta es océano o territorio deshabitado, lo que aumenta la probabilidad de un impacto inocuo. 

Aun así, la incertidumbre genera una suerte de inquietud cósmica: una ruleta rusa orbital donde nadie sabe si el número de su país saldrá premiado.

En un precedente inquietante, fragmentos del mismo lanzamiento que puso en órbita a Kosmos 482 ya han caído en zonas habitadas. Dos días después del fallido despegue, una parte del cohete impactó en una granja en Nueva Zelanda. Pero esta vez no hablamos de escombros: hablamos de un cuerpo entero y posiblemente intacto, descendiendo a más de 240 kilómetros por hora.

Orígenes

La cápsula fue concebida como parte del ambicioso programa Venera, cuya misión era conquistar el infierno venusino. Venera 7, en 1970, fue la primera en posarse suavemente sobre la superficie de otro planeta. Venera 8 siguió sus pasos en 1972. Kosmos 482, su hermana fallida, quedó atrapada cuando la etapa superior de su cohete falló en acelerar lo suficiente para escapar de la gravedad terrestre. 

Desde entonces, la cápsula se ha mantenido en una órbita elíptica que con los años se ha ido achicando, hasta quedar atrapada a solo 350 kilómetros de altura, donde la atmósfera comienza a frenar inexorablemente su trayectoria.

Lo preocupante de este evento no es solo su singularidad, sino lo que augura: un futuro saturado de riesgos similares. En los últimos años, el número de objetos en órbita baja se ha disparado debido al auge de constelaciones satelitales como Starlink de SpaceX. Aunque se diseñan para desintegrarse en su reentrada, en 2024 ya se han documentado casos de restos hallados en Canadá, Brasil, Polonia, Australia e incluso Carolina del Norte.

Lo que diferencia a Kosmos 482 es su condición casi arqueológica: es un artefacto del pasado, creado con una robustez que hoy parecería innecesaria. Está diseñado no para disolverse como una lágrima en la atmósfera, sino para soportar temperaturas y presiones infernales. Eso significa que, a diferencia de otros fragmentos que caen en forma de lluvia metálica dispersa, esta sonda probablemente llegue como un único proyectil contundente.

Langbroek, en su blog, compara la energía del impacto con la de un meteorito de entre 16 y 22 centímetros tras atravesar la atmósfera, una colisión significativa, aunque no apocalíptica. Lo realmente fascinante —o escalofriante— es su silueta: una forma cilíndrica gris, silenciosa en la vastedad del cielo negro, aguardando el momento de su caída final. 

El regreso de Kosmos 482 no solo marca el fin de una anomalía orbital, sino también el eco de una era en la que la carrera espacial se libraba con pasión, riesgos y secretos.

NOMBRE RAREIO