El emotivo encuentro del oyente y la locutora
Este lunes 9 de junio un hombre mayor, oyente de Radio Salta cumplió el sueño de su vida al conocer en persona a nuestra querida locutora Delia Aguilar.
Salta Hoy
10 / 06 / 2025

Juan Carlos Camacho, apodado “El tío Lalo” vive en cima de uno de los cerros del Quirusillal, Quebrada de Tilián, Departamento de Chicoana y se dedicaba a la cría y cuidado de animales en sus años mozos.
Desde siempre escucha las ondas de la AM 840 en el informativo central o en cada transmisión del Milagro. Gracias a eso se familiarizó con las voces de esta emisora, sobre todo con la de Delia Aguilar a quien considera su amiga y compañera de todos las jornadas.
A lomo de burro o a caballo es la única forma de llegar a su vivienda, y por su avanzada edad y por varios problemas de salud, a veces debe venir a la Ciudad luego de ser buscado de su hogar en helicóptero sanitario.
En ocasión de una visita médica, sus allegados organizaron el esperado y sorpresivo encuentro con Delia Aguilar. El sentido momento que se llevó a cabo ayer, fue graficado por la pluma de un sobrino nieto del corazón del “Tio Lalo”.
Extracto de la crónica escrita por Emanuel Cañizares
La Voz de la Radio
En los cerros del Quirusillal, donde la señal es esquiva y el tiempo camina con paso de mula, el Tío Lalo vive entre pavas y pumas, sombras de ceibos, Nogales, y recuerdos que se cuelan con el viento. Tiene 84 años y un celular de teclas duras, de esos que no saben de internet pero sí de llamadas a la vieja tradición.
Pero lo que nunca le falla es su radio Tonomac.
Cada mediodía, sin falta, sintoniza la AM 840 Radio salta. Se sienta en su sillita de cuero, prepara el Almuerzo, y mientras el sol del monte está a lo alto, una voz clara y firme llena la casa:
—Muy buenas tardes, desde el Informativo Central soy Delia Aguilar y esta es la edición del mediodía...
Esa voz —esa voz— es su amiga. Así lo dice:
—Ella es mi amiga, la Delia. Me cuenta lo que pasa. Me acompaña. Me habla, ¿sabés?
Y también en septiembre, cuando las campanas del Milagro retumban desde Salta hasta los pueblos más remotos, es la misma voz la que anuncia la salida de la imagen, la que guía la oración, la que estremece hasta al más duro.
Delia Aguilar. La mejor voz del NOA, dicen. La voz del pueblo. Pero para el Tío Lalo, simplemente “Delia, mi amiga”.
Nunca la vio. Solo una vez escuchó que lo saludó en el noticiero.
—Un gran abrazo para don Lalo del Quirusillal, que siempre nos escucha.
Y ese día el mate se puso distinto. Más dulce.
Pero esta tarde, algo cambió.
—Vamos a salir, tío —le dijo su sobrino—. Lo preparó en casa de sus padres para recibirla sin saber que era una sopresa, vamos a tomar unos mates.
Accedió con gusto. Y desde el pasillo una señora elegante, de sonrisa generosa y voz… familiar.
—¡Buenas tardes, don Lalo! —dijo ella.
Lalo entrecerró los ojos, intrigado.
—¿Y vos quién sos?
—Soy Delia —respondió—. Delia Aguilar. Vine a conocerte.
El silencio fue hondo. El Tío Lalo la miró, la miró bien. Y luego se llevó la mano al corazón, como si algo ahí adentro se hubiera despertado.
—¡No puede ser! ¿Vos sos la Delia… de la radio?
Ella asintió. Y fue como si el cielo abriera una ventana.
—Toda la vida te escuché… ¡sos mi amiga! —dijo él, y le tembló la voz.
Delia se acercó y lo abrazó fuerte. Un abrazo que unía años de distancia, cerros, caminos de tierra, procesiones y noticias del mediodía. Un abrazo entre la voz y el oyente. Entre la radio y el alma.
Esa tarde, entre mates y sonrisas, el Tío Lalo descubrió que a veces, la vida regala milagros inesperados. Y así, en armonía con la naturaleza, con la radio como puente y la amistad como destino, don Lalo supo que nunca estuvo solo: su amiga siempre había estado ahí, en esa cajita que habla, llevándole compañía al corazón.
